lunes, 17 de agosto de 2009

¿QUE HACER EN LA CUESTION MAPUCHE DE LA ARAUCANIA?: PAZ CON JUSTICIA SOCIAL E INTERCULTURALIDAD.

El joven mapuche Jaime Mendoza Collio acaba de morir por una bala del estado (2009), igual que los jóvenes Alex Lemún (2002) y Matías Catrileo (2008) y el trabajador forestal no mapuche Rodrigo Cisternas Fernández en Arauco (2007). Parto lamentando estos hechos y solidarizando con sus familias y organizaciones.

En los tres últimos años van tres muertos, es demasiado, no debería morir nadie, menos en el campo de la lucha por la justicia social. Los cuatro en un territorio de alta presencia mapuche, de expansión forestal, de pérdida de fuentes de agua y de sobrevivencia precaria y difícil reproducción cultural para miles de familias y comunidades. Ha habido aumento de tierra comprada a través del Fondo de Tierras de CONADI y apoyo a proyectos productivos, sociales y culturales, sin embargo los conflictos continúan y las desigualdades permanecen. Los mapuche rurales saben vivir de su tierra, sin embargo hoy lo hacen en especial gracias a los subsidios del estado pues no hay tierra en el minifundio: Pinochet, como lo hace la derecha (lo hizo antes Jorge Alessandri), ejecutó una nueva “reforma del macetero” para los pobres y de reconstrucción de la concentración latifundista para los poderosos. El minifundio se convierte en microfundio para un pueblo acostumbrado a vivir de la producción agrícola familiar y comunitaria. La juventud mapuche ha crecido, se ha educado, muchos están en la educación superior, hay becas y ayudas, pero aún su inserción es débil en el precario mercado de empleo y de bajos salarios de La Araucanía. La desigualdad se siente en la sociedad regional. Hay un amplio acuerdo en que la respuesta del estado –del Poder Ejecutivo, Judicial, Ministerio Público y Parlamentario- no ha sido la más adecuada y pertinente: se ha distribuido tierra pero no un apoyo de largo plazo bajo un principio de desarrollo con identidad, participación, cooperación y protección ambiental. Los que vivimos en La Araucanía sabemos que las respuestas militarizadas, judiciales, de corto plazo, basadas en distribuir tierra sin recursos, sin asegurar mejoramiento de ingresos autónomos, sin proyectos de desarrollo territorial de largo plazo no responden ni a las causas profundas del problema ni a los hechos contingentes. Hay razones de distinto orden: la debilidad del gobierno regional para tomar decisiones estratégicas dado el centralismo del poder en Chile empieza a pasar su cuenta; la falta de una democracia más participativa no permite avanzar hacia soluciones y acuerdos sociales locales y comunitarios con participación real; la despreocupación por las cuestiones ambientales ante los embates de las grandes empresas agrícolas, forestales, eléctricas e incluso del crecimiento de las ciudades, que presionan las pequeñas parcelas invisibilizan la relación entre la naturaleza y la comunidad; la educación para todos ha avanzado pero se vincula a estándares nacionales e igualitarios, desconociendo los diversos horizontes de logro culturales y regionales. Pero también hay falta de técnicos especializados para trabajar con comunidades, no hay modelos de desarrollo integrales, estratégicos y participativos que puedan implementarse adecuadamente ni están los académicos, profesionales y técnicos suficientes que manejen esa tecnología de desarrollo, pero, aunque las hubiera, el Banco del Estado –como banco público, independientemente de su situación legal- debía ser un banco de fomento nacional y también regional, que apoyara el desarrollo de las comunidades, eso no sucede; lo mismo, es necesario que el gobierno defina estrategias de financiamiento, apoyo técnico, créditos especiales, seguros estatales, con metodologías de GESTION PARTICIPATIVA DEL DESARROLLO de los Territorios de Aprendizajes Interculturales (con educación, sustentabilidad ambiental, identidad cultural y cooperación económica). Hay que apoyarse en las Universidades como fuente de formación de capital humano, de producción de innovaciones y conocimientos, de formación de especialistas par ala economía social y cooperativa, así como en los jóvenes estudiantes y profesionales y técnicos indígenas y no indígenas (interculturalidad) que ellas forman. Finalmente falta un diseño político, estratégico y estructural, asociado a lo económico y social-cultural.

Pienso que a corto plazo se requiere:

1. Una mediación social por parte de una(s) persona(s) reconocida, valorada y que entienda(n) –cultural, política y técnicamente- la cuestión indígena y mapuche, entre todos los involucrados en un territorio clave, como es Ercilla y Temucuicui (dirigentes de las comunidades, alcalde, Ministerios involucrados partiendo por el de Interior, gobierno regional, agricultores, empresas forestales);

2. El mediador debe ser propositivo para lograr dos objetivos: a) alcanzar paz social en el corto plazo; b) proponer e implementar una metodología para, en un plazo prudente, hacer un diseño estratégico del territorio, que involucre la integración de todos los vinculados al proceso, de maneras diferentes, negociadas y según sus intereses de modo que todos alcance algún grado de satisfacción de sus legítimos intereses y también deban renunciar a otros;

3. Hacerse responsable –en lo posible- por asegurar las condiciones y compromisos asumidos por el estado ante las comunidades y por éstas ante las otras instancias involucradas en la negociación, al menos hasta la firma de los acuerdos y convenios necesarios.

Esta mediación debe plantearse como un modo de realizar una experiencia original, experimental, política-técnica de gestión participativa de los territorios de aprendizaje interculturales que permita aprender y en un proceso escalonado implementarse progresivamente en otras comunidades.

No queremos más muertos, tampoco queremos una sociedad regional segregada o dividida étnicamente, ya es suficiente con una diferencia de clases, queremos co-responsabilidad por el desarrollo de la región, queremos una región que aprenda de todos los que conviven en el territorio, queremos el bien común, sin esconder las contradicciones sociales y étnicas, pero que ellas se resuelvan de modo democrático y pacífico, en una perspectiva de desarrollo. Queremos que trabajen juntos mapuche y no mapuche por la felicidad de todos y de cada uno en su identidad. Por eso la solución es alcanzar la paz con justicia social e interculturalidad a través de la construcción de procesos que siendo políticos deben considerar el crecimiento económico por la cooperación y la formación actualizada de la identidad cultural.

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